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59 - La Concentración - Al-Ĥashr

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Todo lo que hay en los cielos y en la Tierra glorifica a Dios. Él es el Poderoso, el Sabio.

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Él es Quien hizo que los que se negaron a creer de la Gente del Libro abandonaran sus hogares en el primer destierro. Vosotros no creeríais que ellos saldrían, y ellos pensaban que sus fortalezas los protegerían de Dios. Pero Dios les sorprendió de donde menos lo esperaban. Infundió terror en sus corazones, y comenzaron a destruir sus casas con sus propias manos y con las manos de los creyentes. Reflexionad sobre ello, ¡oh, gente que razona!

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Si Dios no hubiera decretado su destierro, les habría castigado en la vida mundanal. En la otra vida, no obstante, sufrirán el castigo del Infierno

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por haberse enfrentado a Dios y a Su Mensajero. Quien se enfrente a Dios debe saber que Dios es severo en el castigo.

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[Oh, musulmanes, no sintáis pesar,] porque tanto si talaban una palmera o la dejaban en pie, era con el permiso de Dios, con el fin de doblegar a los corruptos.

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Vosotros no tuvisteis la necesidad de emplear caballos ni camellos para contribuir a lo que Dios concedió a Su Mensajero como botín, porque Dios concede a Sus Mensajeros predominio sobre quien quiere. Dios tiene poder sobre todas las cosas.

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Lo que Dios concedió de la gente de las aldeas a Su Mensajero pertenece a Dios, al Mensajero, a sus parientes, a los huérfanos, a los pobres y al viajero insolvente, para que la riqueza no sea un privilegio solo de los ricos. Lo que os ha transmitido el Mensajero tomadlo, y cuanto os haya prohibido dejadlo. Tened temor de Dios, porque Dios es severo en el castigo.

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[También le corresponde una parte de dicho botín] a los emigrados pobres que fueron expulsados de sus hogares y despojados de sus bienes cuando buscaban la gracia de Dios y Su complacencia, y apoyaron a Dios y a Su Mensajero. Ellos son los sinceros.

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Quienes estaban establecidos y aceptaron la fe antes de su llegada, aman a los que emigraron, no sienten envidia alguna en sus corazones por lo que se les ha dado y los prefieren a sí mismos aunque estén en extrema necesidad. Quienes hayan sido preservados de la avaricia serán los triunfadores.

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Quienes vienen después de ellos imploran: “¡Señor nuestro! Perdónanos, a nosotros y a nuestros hermanos que nos han precedido en la fe. No infundas en nuestros corazones rencor hacia los creyentes ¡Señor nuestro!, Tú eres Compasivo, Misericordioso”.

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¿Acaso no observas cuando los hipócritas dicen a sus hermanos de la Gente del Libro que se negaron a creer: “Si sois expulsados, saldremos con vosotros, y jamás obedeceremos a nadie que os quiera dañar. Y si los combaten, los socorreremos”? Dios es testigo de que mienten.

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Si son expulsados, no se irán con ellos. Si son combatidos, no los socorrerán. Y aun si los socorrieran huirían del combate, y de nada les serviría su ayuda.

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Ellos os temen más a vosotros en su corazón que a Dios, porque son un pueblo que no comprende [la grandeza de Dios].

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No combatirán unidos contra vosotros, salvo en aldeas fortificadas o detrás de murallas. Entre ellos hay una fuerte hostilidad. Vosotros pensáis que ellos son unidos, pero sus corazones están divididos. Es porque que son gente que no razona.

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Son como sus más cercanos precursores, que sufrieron las consecuencias de su conducta y por ello recibirán un castigo doloroso.

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Como el demonio cuando le dice al ser humano: “¡Niega la verdad!” Pero cuando este le obedece, dice: “Yo no soy responsable de ti, yo temo a Dios, Señor del universo”.

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El final de ambos será el Infierno donde sufrirán eternamente. Este es el final de los injustos.

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¡Oh, creyentes! Tened temor de Dios, y que cada alma considere cuánto ha obrado para el mañana. Tened temor de Dios, porque Dios está bien informado de cuanto hacéis.

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No seáis como quienes se olvidaron de Dios, y Dios hizo que se olvidaran de sí mismos. Esos son los perversos.

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No se equiparan los compañeros del Infierno con los compañeros del Paraíso. Los compañeros del Paraíso son los que triunfan.

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Si hubiera revelado este Corán a una montaña, la habrías visto temblar y derrumbarse por temor a Dios. Así exponemos a la gente los ejemplos para que reflexionen.

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Él es Al-lah, no hay otra divinidad salvo Él, el Conocedor de lo oculto y de lo manifiesto. Él es el Compasivo, el Misericordioso.

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Él es Al-lah, no hay otra divinidad salvo Él, el Soberano Supremo, el Santísimo, el Salvador, el Dispensador de seguridad, el Custodio [de la fe], el Todopoderoso, el Dominador y el Soberbio. ¡Glorificado sea Dios! Está por encima de las divinidades que Le asocian.

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Él es Al-lah, el Creador, el Iniciador y el Formador. Suyos son los nombres más sublimes. Todo cuanto existe en los cielos y en la Tierra Lo glorifica. Él es el Poderoso, el Sabio.